Hemos nacido para aumentar la santidad de la Iglesia, sirviendo a los demás. El libro de la “Imitación de Cristo” es nuestra regla de vida espiritual, y cada día nos va conformando con Cristo. En efecto, nuestra condición de misioneros, nos exige una profunda vida espiritual y, al mismo tiempo, ser “contemplativos en la acción”, enviados a un compromiso radical con la misión ad gentes desde una evangelización humilde y silenciosa.
Nos llamamos Siervos en referencia directa al Siervo de Yahvé, siendo los fundamentos de nuestra vida: la Cruz, el silencio, la humildad y, sobre todo, la obediencia. Contemplando a Cristo, obediente al Padre, queremos ser fieles al Magisterio de la iglesia hasta en los más pequeños detalles.
Nos sentimos protegidos de modo especial por la Virgen, “Santa María Madre de los Pobres”, a quien todos los miembros profesamos una devoción tierna y equilibrada
La “Imitación de Cristo” es nuestra regla de vida espiritual, cincel que cada día nos va conformando con Cristo.
Todos los días con el canto del “Veni Creator” y del “Veni Sancte Spiritus” invocamos la fuerza del Espíritu Santo, verdadero pilar de nuestra vida misionera
Cada día en nuestras casas tenemos 1 hora de “Adoración Eucarística” deseando que Él haga de nosotros pan partido para los pobres
Si damos a los pobres sólo una ayuda material, los haremos cada vez más pobres, por lo que debemos brindarles todas las riquezas de la Iglesia
Somos conscientes de nuestra pequeñez y fragilidad, de ahí que practiquemos la continua “Revisión de Vida”
"El Movimiento de los Misioneros Siervos de los Pobres se expandirá y echará profundas raíces si permanece en Dios y busca la salvación eterna de los pobres."
Para ser verdaderos hermanos de los pobres -decía el Papa Pablo VI- los misioneros tienen que ser verdaderos imitadores de Cristo Jesús, de ahí que el P. Giovanni haya puesto el libro de la Imitación de Cristo como regla espiritual de los MSP.
Muestra nuestra disposición de entregar la propia vida al servicio de los pobres (a ejemplo de Jesús en el lavatorio de los pies).
Nuestro compromiso de continuar la misión de Cristo, se expresa en la cruz vacía, sabiendo que cada uno de los misioneros deberá ocupar su lugar en la cruz.
La confianza en el Espíritu Santo, está representada por las llamaradas; también el sentido Eucarístico de nuestras vidas, queda plasmado por la presencia de este mismo fuego.