ENE 8, 2022
P. Deyvid Vargas, msp (diácono colombiano)
Para aquellos que nos siguen y nos conocen, de seguro, les será muy familiar el libro del Padre Giovanni, que contiene pequeñas anécdotas, cartas y admoniciones espirituales sobre la vida de los Misioneros Siervos de los Pobres, titulado “Misión Andina con Dios”. Lo que posiblemente es desconocido para muchos es una carta del Padre Giovanni del año 2012 en la que narra las dificultades de la misión y de los inicios del Movimiento. En susodicha carta, el Padre Giovanni expresaba el deseo de que su libro se hubiera llamado “Misión Andina solo con Dios”.
Me he querido valer de esta pequeña carta, a la que me he referido en el párrafo anterior, ya que el título que el Padre Giovanni quería ponerle a su libro me resulta del todo iluminador. Si bien, el sentido primigenio que él quería darle a este “Misión Andina solo con Dios” era el de narrarnos la soledad en la que se vio envuelto al querer fundar el Movimiento, ya que muchas personas que le apoyaban, en cierto momento le abandonaron y le exigieron que suprimiera el libro de la “Imitación de Cristo” como regla de vida de los Misioneros Siervos de los Pobres, por lo que él para defender el Carisma se quedó sólo en las manos de Dios.
Con todo, me parece que el título “Misión Andina solo con Dios” es todo un programa de vida y una síntesis de lo que debe ser nuestro trabajo misionero en medio de los más pobres. Una verdadera misión es un envío y todo envío incluye tácitamente a Aquél que nos envía, por lo que, sin remitente no puede haber envío. Y nosotros, ¿por quién somos enviados? Hemos sido enviados por aquél que dijo: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16).
Sin Dios, la misión no tiene sentido. Sin Dios, muestra misión ya no es misión, sería un simple trabajo social, un trabajo como el de cualquier ONG donde das un poco de tu tiempo, pero no entregas toda tu vida. Aún en medio de la Iglesia, incluso siendo religiosos, sacerdotes, monjas, o laicos comprometidos, podríamos estar haciendo misión sin Dios. ¿Cómo? ¿Esto es posible? Sí, es posible y más frecuente de lo que pensamos. Esto puede suceder cuando hacemos prevalecer el obrar sobre el ser, la acción sobre la oración, cuando nos adentramos en un desenfrenado activismo en el cual pretendemos brillar, opacando la frescura y hermosura del Evangelio vivo, que es Jesucristo.
Sólo Cristo puede saciar el hambre de los pobres, sólo Cristo puede desvelar la verdadera dignidad del pobre, sólo Cristo puede sanar los corazones heridos de tantos niños pobres, aunque en su humildad profunda, Cristo quiera servirse de nosotros. En resumen, o “Misión Andina solo con Dios” o no hay misión, no hay nada. Cuando llegué al Perú me enamoré del carisma de los Misioneros Siervos de los Pobres porque ponen a Jesús Eucaristía como el centro de la misión. Y es que, en verdad, Él es el verdadero Evangelizador, Él es el dueño de los corazones… nosotros podremos hacer hermosas predicas, hermosos apostolados, tener ideas espectaculares, pero sin Cristo no será más que ruido… “si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.” (Cor 13, 1). A lo mejor brindaremos un poco de alegría a los que sufren, pero no transformaremos sus vidas, cosa que sólo lo podremos hacer si tenemos un contacto constante con lo sobrenatural, si amamos pasar tiempo con Jesús; mejor dicho, si amamos el “perder” tiempo con Jesús, tomarnos un “café” con el Señor.
Quiero compartirles que hace poco fui ordenado diácono. Tengo 29 años. Y quiero invitar a los jóvenes a dar su vida entera al servicio del Evangelio, porque lo vale todo. Hoy nosotros los jóvenes seguimos teniendo sed de lo Definitivo, de lo Absoluto, de aquello que es Eterno, así que dejemos de lado el “Tik-Tok” y embarquémonos en esta aventura solo con Dios, solo con Nuestro Señor y con nuestra madre la Santísima Virgen María.
Extiendo esta invitación a tantos monasterios que nos apoyan, a tantos monjes y monjas de clausura, que quizás en este momento puedan tener pequeños o grandes problemas o dudas vocacionales… ha llegado la hora de crecer en nuestra vida contemplativa. Entre más contemplativos, más misión, entre más contemplativos, más santos sacerdotes y hermanos religiosos, entre más oración más hermosura en el mundo.
Os agradezco a todos por sus oraciones y les pido que no dejen de encomendar a los misioneros que en medio del “terreno” queremos dar la vida por nuestros hermanos.
Dios les bendiga