Después de unos días de estar completamente desconectadas de la modernidad, sin agua potable, sin luz y sin ningún tipo de saneamiento básico, volvemos a nuestra casa en la Ciudad del Cusco. Volvemos con "olor a oveja" contentísimas del privilegio de convivir unos días con los "otros Cristos": los pobres. 

Nuestro corazón misionero rebosa de alegría, porque el número de pueblos a los que atendemos en misión se incrementa. A más personas llega el evangelio!

Empezamos nuestra misión en Canay y Pachamachay y nuestra meta es llegar también a Cochacochayoc; estos son pueblos pequeñitos que pertenecen al distrito de Challabamba de la provincia de Paucartambo. Al ser nuestra primera vez en estos pueblos empezamos de cero, visitamos a la gente en sus casas, rezamos con ellos y hacemos diversas actividades en las pequeñas iglesias que cada pueblo tiene; todos participan con entusiasmo. La gente tiene una piedad única y mucha hambre de Dios, las capillitas rebosan de gente, les gusta cantar y bailar para alabar a Dios en su propio idioma: el quechua.

Amar a los pobres como Dios los ama es un fecundo camino para obtener la mejor de las riquezas: el encuentro con Aquél que “siendo rico se hizo pobre” (2Co 8,9). Entre los pobres siempre es más lo que recibimos que lo que damos.