Del 14 al 23 de febrero, los formandos menores emprendieron un viaje misionero a los departamentos de Cusco, Puno y Madre de Dios, llevando la luz del Evangelio a quienes más lo necesitan. A lo largo de su recorrido, los jóvenes misioneros visitaron hogares y compartieron la Palabra de Dios con muchas personas que, en medio de la soledad y el olvido, encontraron en su presencia un mensaje de esperanza y amor.

El viaje no solo fue una oportunidad para anunciar el Evangelio, sino también para vivir la experiencia de ser portadores de la misericordia y el consuelo de Cristo en comunidades que a menudo carecen de acompañamiento espiritual. Las sonrisas y el recibimiento cálido de las familias a quienes llevaron el mensaje, son testimonio de cómo el amor de Dios puede transformar vidas, incluso en los lugares más remotos.

Esta misión es un recordatorio del llamado universal a servir y anunciar el Reino de Dios en cada rincón del mundo. En cada oración y encuentro, los jóvenes misioneros pudieron ver cómo el Evangelio no solo llega a las personas, sino que también transforma a quienes lo comparten, fortaleciendo su vocación y su compromiso con el servicio.

Confiamos en que el Señor siga enviando más vocaciones para continuar esta hermosa labor evangelizadora. Encomendamos a sus oraciones a estos jóvenes misioneros y pedimos que Dios suscite en más corazones el deseo de entregarse al servicio de los demás. Que, como ellos, muchos más se sientan llamados a llevar la luz de Cristo a los lugares más necesitados, transformando el mundo a través del amor y la fe.