“Los mejores momentos de mi vida los pase en el colegio “Francisco y Jacinta Marto.”
Al principio no me acostumbraba mucho a lo que era la oración, estar en Misa, etc., era muy inculto en eso, en realidad era protestante y estaba con el Movimiento Evangélico, pero el colegio de los Misioneros Siervos de los Pobres me ayudó mucho, ¡demasiado! -diría yo; como persona, económicamente y también en la búsqueda de mi religión, porque si bien, es cierto, se nos enseñaba la Doctrina de la Iglesia Católica, no me sentía muy cómodo porque aún tenía la duda de si Dios realmente estaba en ella.
Pasó mucho tiempo, y poco a poco, con las enseñanzas que me inculcaron en el colegio y con las experiencias que tuve con algunos hermanos fui aprendiendo. Hablábamos de la Fe Católica y de otras religiones, tenía coherencia y sentido hablar de más religiones, porque no se trata de infundir el catolicismo, sino de conocerlo y hacer saber que estamos en la verdadera religión.
Quería entrar a la Policía del país, estudié casi medio año, pero me di cuenta de que no cumplía con todos los requisitos para ingresar; así que terminé estudiando en la Universidad; ahora, estoy estudiando la carrera profesional de “Ciencias Administrativas”.
En el momento en que salí del colegio, fui un poco alocado, me descontrolé, pues vivía sin reglas, sin obligaciones, me sentía “libre” … pero al mismo tiempo, tenía un sentido de culpabilidad muy grande porque sabía todo el daño que ese pecado hacía; además, como fui instruido en todo ello, era consciente de toda la carga moral que mis actos conllevaban, traté de olvidarlo, pero no fue tan fácil, y ¡sí! me descarrié del buen camino una temporada. No obstante, visitando el Movimiento y recordando la vida anterior, uno se da cuenta, realmente, de que todos esos hechos son meramente superficiales, banales y que no nos ayudan en nada, por lo que extrañé venir al colegio, rezar, sentirme como en una familia.
A todas las personas que nos donan, sea mucho o poco, ¡no importa cuán pequeña es esa ayuda!, lo importante es que sea de corazón…
Reitero mis agradecimientos, porque gracias a su ayuda, han podido sacar adelante a un joven pobre como yo, que ahora estudia Administración.
Gracias a los que han ayudado a sacar de la pobreza a tantos niños, que, como yo, sobrevivimos en medio de grandes dificultades. Agradezco a muchas personas porque gracias a ellas, tuve una buena educación, alimentación y un colegio con una infraestructura grande; de hecho, las mejores vivencias y los mejores momentos de mi vida los pasé en el Colegio con mis compañeros, todo gracias a esas personas que, aunque sea con un granito de arena colaboraron para que el Padre Giovanni Salerno lograra crear todo este mundo maravilloso para nosotros.