“no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”
Esta es la historia de Juan y Julia una pareja de ancianos, (los esposos “J” así es como ellos se llaman). Conocemos a esta familia hace algunos meses pues vienen al comedor diariamente, cuando nos tocó visitarlos nos acogieron muy cordialmente y nos relataron su historia: ambos habían nacido, crecido y educados en una familia protestante muy practicante, cuando se casaron el esposo era uno de los pastores principales del pueblo. Cuenta la señora que no tenían residencia fija pues a causa del trabajo del esposo se mudaban constantemente, iban de pueblo en pueblo predicando la Palabra de Dios. Llegaron a Ilo hace veinte años, uno de sus sobrinos que ellos habían adoptado como hijo (ellos no tienen hijos propios) vivía aquí en una invasión reciente, después de varias visitas se animaron a quedarse porque vieron una posibilidad de obtener un terreno seguro, por las invasiones recientes que había en este lugar.
Al salir de Quispicanchis- Cusco su pueblo natal, don Juan no sabía que dejaba para siempre la predicación, pues unas semanas después de vivir en Ilo sufrió una caída lastimándose los dos pies que hasta el momento no se curaron del todo, esto lo obligó a guardar cama, la herida se infectó y en el hospital corría el riesgo de la amputación, la esposa no quería eso para él, entonces se lo llevó a casa, una vez allí se postró en tierra y suplico a Dios por su curación, no tenían nada, lo habían perdido todo, estaban solos; ella en su desesperación había ido a lugares que no debía ir, frecuentó todo tipo de personas: chamanes, brujos y curanderos con el fin de ver curado a su esposo, y no logró nada más que perder su dinero; después de probar de todo optó por las hierbas, al aplicarlas a la herida veía alguna mejora. Cuando los conocimos un pie estaba bastante bien, pero el otro no, tenía una enorme herida se podía ver el hueso, así estaba desde hacía veinte años, él nos dijo que ya no sentía dolor y podía caminar un poco, veía su mal como un castigo de Dios por haberse alejado de su gente, sufría bastante porque no había quien predique a los niños la palabra de Dios y para aumentar su tristeza su esposa era atormentada por un espíritu malo todas las noches y de vez en cuando también él es instigado por el mismo espíritu malo ( en las palabras de la señora “niño malo negrito” así es como ella lo llama).
"Sufría bastante porque no había quien predique a los niños la palabra de Dios"
"Empezaron un camino de conversión hacia la Iglesia Católica"
A raíz de todo esto ellos empezaron un camino de conversión hacia la Iglesia Católica, pues fueron a la parroquia buscando al padre para que bendijera su hogar y con el deseo de oír Misa, no encontraron al padre y el templo estaba cerrado, (esto aconteció cuando todos los templos cerraron por causa de la pandemia) con sus corazones tristes volvieron a casa, cuando fuimos, nos pidieron que buscáramos al padre, querían confesarse y escuchar Misa. La ocasión no se hizo esperar, Dios que está atento con sus hijos nos mandó al Padre Álvaro MSP, el padre estaría unos días en Ilo así que aprovechamos su presencia y lo llevamos a la casa de los esposos “J”, ellos lo acogieron con mucho entusiasmo, se confesaron, el padre bendijo su casa y les regaló unos pequeños libritos que había traído de Cusco, después de la confesión la señora nos comentó que se sentía joven como que si una carga enorme hubiera caído de sus hombros, pues era su primera confesión en sus 78 años y su esposo 87, a raíz de su confesión ambos se sientes felices, vienen diariamente al comedor y nos comentan que ahora duermen tranquilos por la noche cosa que no sucedía desde hacía mucho tiempo. La señora recicla botellas de plástico y los vende, con esto se ayudan para el sostenimiento de la casa, pues deben pagar agua y luz, de vez en cuando los ayudamos con algunos víveres. Hace poco en una visita que les hicimos el señor Juan nos dijo que su último deseo en esta vida es volver a Cusco, respirar aire cusqueño, en cambio, su esposa no quiere, porque teme lo peor, dice que aquí (Ilo) están bien y no hay necesidad de viajar, los dejamos en esta pequeña “pelea” y que nos avisaran cuando tomen una decisión.
Damos gracias a Dios por la misericordia que usa con todos sus hijos, pues nos damos cuenta que para él no existe el tiempo, mucho menos la edad, si se tiene un corazón abierto y dócil para recibir su gracia él lo da en abundancia, nos hizo recordar aquello que dijo en ocasión de la conversión de Zaqueo: “no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”, y aquel otro: “no tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos”, y nosotras repetimos junto con Jesús: “ también estos son hijos de Abraham”.