Testimonio Lisbeth Marisol Sagua (mamá Liz)

"Ahí en medio de su profundo dolor entregó la vida de su hija a Dios"

“Mamá Liz”, es así como la llamamos, es fiel colaboradora nuestra, aquí en Illo-Moquegua, Perú; siempre está disponible a prestar su ayuda cuando lo necesitamos.

Nos cuenta que antes de conocer a las hermanas MSP, llevaba una vida bastante triste y monótona. Ella es huérfana de papá y se crió con su abuela y sus tíos maternos y, en consecuencia, no conoció el amor de padres, a la edad de trece años dejó su pueblo natal, (nació en Desaguadero-Puno) y posteriormente viajó a Ilo-Moquegua pues una señora le ofreció trabajo y alojamiento, poco a poco le ayudó para que estudiara, durante el día y trabajara durante la noche.

A los veinte años tuvo a su primera hija la cual sería el canal que Dios utilizaría para llevarla a la fe y más tarde a la Iglesia, la niña a medida que iba creciendo reflejaba el interés por las cosas de Dios, en el colegio había escuchado que en la Iglesia había un coro que cantaba solo para Dios, su deseo era formar parte de ellos y que su mamá la acompañara todos los días a Misa.

Sin embargo, por aquel entonces la señora Liz era bastante materialista, no quería ir a la Iglesia porque no le daban nada y sentía que perdía el tiempo, regañaba frecuentemente a su hija por estar allí, pero, la niña rezaba por su mamá. Sucedió que un día, a regañadientes, la acompañó a la iglesia, pues su esposo le dijo que no podía dejar que vaya sola tan tarde; cuenta la mamita Liz que iba enfadada, murmurando detrás de su hija; cuando llegó a la Iglesia la Santa Misa estaba a punto de iniciar, su hija se dirigió al coro y ella se sentó en la última banca del templo pensando que terminaría pronto, no entendía nada del santo sacrificio: porque se ponían de pie, de rodillas, porque cantaban y que cosas decía el sacerdote, etc. Hacia exactamente todo lo que hacían los demás, tan desconcertada estaba que no se dio cuenta que las luces del templo se apagaron y no vio a nadie, sentía bastante miedo, sin saber cómo, volteo para atrás y vio a un joven alto, de buena presencia, muy elegante que le sonreía y la abrazaba por los hombros, sintió tanta paz y tranquilidad que jamás había experimentado; cuando las luces se encendieron no vio más al joven y todo seguía su curso normal el sacerdote terminaba las oraciones, se extrañó tanto de este suceso, que de ahí en adelante deseaba que su hija le suplicara que la acompañara al templo, asistía a Misa pero aún no entendía nada, hacía falta que alguien se lo explicara. Por aquel entonces su segunda  hija pequeña de tres años iniciaba su educación en el jardín que estaba a lado de la guardería que atendían las hermanas MSP, poco a poco entró en contacto con ellas; por ese mismo tiempo su hija mayor enfermó gravemente, necesitaba varias operaciones, tan desesperada estaba que las hermanas la animaron a participar en un retiro del Movimiento Misionero Católico (fundado por los misioneros mexicanos hace mucho tiempo en Ilo), dejó todo y se fue al retiro, ahí volvió a experimentar esa paz y tranquilidad que vivió en el templo cuando fue por primera vez, y sin saber cómo se vio sumergida en un llanto profundo, fue llevada a la capilla frente al Santísimo expuesto y ahí en medio de su profundo dolor entregó la vida de su hija a Dios, después de este ofrecimiento volvió la paz. Terminado el retiro volvió con los suyos y al hacerle los exámenes médicos a su hija, ¡oh milagro! La enfermedad había desaparecido por completo ya no necesitaba la operación prevista.

"La enfermedad había desaparecido por completo ya no necesitaba la operación prevista"

"Ama a Dios y a la Virgen y este amor hizo que perdonara a su mamá que nunca la quiso y ahora la cuida en su vejez"

Después de este acontecimiento la señora Liz en acción de gracias por todo lo que Dios estaba haciendo en su vida se comprometió en ayudar a las hermanas MSP en lo que necesitaran, al estar más cerca de ellas aprendió el valor de la Santa Misa, el rezo del santo rosario y muchas cosas más; cuenta ella que no sabía nada ni siquiera hacer la señal de la cruz y con mucha vergüenza le decía a las hermanas que le enseñaran como si fuera una niña chiquita, también iba de misiones con las hermanas hasta antes de la pandemia; cuando inició el comedor se ofreció voluntaria para ayudar en la cocina con todas las medidas necesarias, dice ella que desde que conoció a las hermanas su vida tiene una razón de ser; ama a Dios y a la Virgen y este amor hizo que perdonara a su mamá que nunca la quiso y ahora la cuida en su vejez, también dice que no se imagina su vida sin las hermanas, cuando tiene alguna dificultad y necesidad acude sin dudar a las hermanas. En estos tiempos de pandemia pasaron bastante necesidad, su familia vive de la pesca y como no hay posibilidad de salir a pescar por las mareas muy altas en este tiempo, le toca a ella buscar trabajo para poder pagar la luz y el agua; gracias a Dios que podemos ayudarlos con los alimentos pues vienen al comedor.

Ella da muchas gracias a Dios por todo lo que hace en su vida, sus dos hijas están sanas; la mayor está en la universidad estudiando arquitectura y sigue en el coro de la parroquia, y la pequeña estudia en el colegio Santa Elizabeth que está a lado de la casa donde vivimos las hermanas MSP, apenas inicio la primaria y pertenece al grupo de monaguillos de la parroquia que forman las hermanas. Mamá Liz tiene deseos de casarse por la Iglesia, en este punto nos toca ayudarla con nuestras oraciones para que Dios ablande el corazón de su pareja, pues él es el que no se decide, mientras tanto ella reza y espera que se haga la voluntad de Dios en su familia.

"Mamá Liz tiene deseos de casarse por la Iglesia"